viernes, 16 de enero de 2009

Desesperación en el súper


Hoy he ido al súper a por unos donetes; algo rápido para matar el gusanillo un poco. Al ir a pagar me ha sucedido algo que venía evitando desde hace tiempo. Una mujer mayor (en adelante "señora", ejem), estaba delante de mi.
A priori, tal situación no debería suponer problema ninguno. Pero nada más alejado de la realidad.
No sé porque ley no escrita, las "señoras" al ir a pagar, necesitan primero, contar los billetes que llevan, y ver que estén todos en orden. Seguidamente, elegir el que más se ajuste al precio de la compra, pero como diciéndole a los otros billetes, "siento separaros de vuestros amiguitos". A continuación, memoriza el número de billetes que lleva, cierra la cartera, coge el bolso que había dejado sobre el sitio de recoger la compra, lo abre, mira en el interior a ver si durante los 2 minutos que lo ha dejado solo ha habido algún tipo extraño de suceso inexplicable que contarle luego a sus amigas en la pelu, introduce la cartera con sus respectivos billetes dentro del bolso en su sitio preferido (será para que no cojan frío), y a la voz de "espera, que te doy el pico", ¡¡¡saca el monedero!!!. NOOOOOOOO.
Otra vez el mismo ritual, pero claro, ahora hay más tipos diferentes de monedas, con lo cual se hecha todo el contenido del monedero sobre la palma de la mano contraria, cuando no lo hace directamente sobre la mesa, ¡se lo enseña a la cajera!, y poco a poco va haciendo sumas mentales de cómo puede hacer el pago usando una mayor cantidad de monedas. Al final, la cajera desesperada al ver la cara del resto de clientes que están esperando en la cola, mete la mano y empieza a contar moneditas.
Pero aquí no se acaba todo. Ahora falta que le de el cambio, lo mire con mucho interés haciendo cómo si contara, se lo echa al monedero, vuelve a coger el bolso, lo vuelve a mirar, y al final introduce el monedero en el bolso.
En ese momento se oye un suspiro en toda la cola de la gente que estaba reteniendo la respiración.
Ahora bien, que no está todo acabado. La mujer tiene que meter la compra en el carrito de compra para llevarlo a casa. Coge un producto, mira a la cola a ver si le ponen alguna objeción sobre el orden que ha de llevar, y lentamente lo deposita en el interior. Coge otro producto, otra mirada de aprobación e introducción. Así hasta la eternidad.
Mientras tanto, yo ya estoy con mis donetes medio derretidos y con mis monedas preparadas para pagar y salir pitando, no sea que a la "señora" le dé por pedirme encima que le ayude con el transporte.
Que mi paciencia tiene un límite, por favor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario