martes, 9 de junio de 2009

Forgiven, not forgotten...


Es cierto que a veces a causa de un descuido, siempre ajeno a uno mismo, solemos cometer errores, descuidos, ó llámese como se quiera.
La cuestión es: ¿por qué es tan difícil a veces hacerse perdonar?.
Seguramente, la respuesta tiene muchas consideraciones, pero eso si, el tiempo que se necesita es siempre proporcional a la cagada que se ha cometido. Ahora bien, ¿cómo se pueden clasificar esas cagadas?.
Eso es algo que solamente el perjudicado puede valorar, y muchas veces, estas valoraciones difieren mucho de nuestras apreciaciones. Quiero decir, que para lo que unos puede que no sea muy importante, para otros es algo crucial. Por eso mismo uno no sabe cuanto la ha fastidiado hasta que llega el momento de la verdad, la hora de la confrontación. Llegados a tal extremo, lo único que queda es la humillación pública, las repeticiones hasta el hastío de las palabras "lo siento", "no volverá a pasar", "es que había tráfico", y esperar un mínimo rasgo de misericordia. Pero hasta que llegue el perdón, se ha de tener en cuenta que el que la ha fastidiado es uno mismo, y nunca hay que juzgar a quien se ha enfadado ó molestado, ya que sus razones tendrá.
La otra cuestión, es que el perdón casi nunca lleva al olvido, cosa que hace que las relaciones, por lo menos durante un tiempo, sean un tanto distantes. Pero no sólo hablo de parejas, si no de familiares, amigos, etc. Así que otra vez, comprensión y paciencia.
Cuando uno la fastidia, (siempre sin intención, por supuesto), hay que saber reconocer el error y convencerse a uno mismo de que ya no se volverá a cometer. El resto, ya no depende de uno mismo.
Ah, y muchas veces, la forma más fácil de pedir perdón, es simplemente decir, lo siento.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Ay el tren...


Llevo muchos años ya viajando casi todos los días en tren, y normalmente, el trayecto solía ocurrir sin mayores incidencias. Pero, últimamente, no sé si porque me estoy haciendo mayor o yo que sé, están ocurriendo una serie de "incidentes" que hacen que el viaje sea todo lo desapacible que pueda ser.
No voy a entrar en la masificación del tren en fiestas como, por ejemplo, las fallas, si no que voy a centrarme en dos cosas que hacen que cada vez llegue de peor humor.
Una de las cosas es que la gente, cuanto más de pueblo, peor, tiene la manía de hacerse notar que están ahí. Y no hablo de los que van gritando con el móvil, sino las mujeres mayores, que van a la capital con todas sus joyas y sus pieles, y obviamente, han de lucirlas, así que la forma de hablar es gritando, cada vez más (no entienden el concepto de umbral de dolor), y lo peor de todo, es que si les dices que hablen más bajito, porque a las 7.30 de la mañana hay que hablar bajito (o por lo menos deberían obligarlo por ley), encima se ofenden, y no me apetece despertarme escuchando cotilleos y tonterías sin sentido que llevan toda la semana guardándose en espera del viajecito que han de hacer.
La otra cosa son los niños. O mejor dicho, los padres de los niños, porque las pobres criaturas no tienen la culpa de tener unos padres maleducados. Como siempre, no quiero generalizar, pero es que cuando estoy sentado y veo que se sientan unos niños cerca de mi, empiezo a transpirar esperando tener un viaje tranquilo. Pero no, los padres han decicido que el niño o niña (en adelante pondré sólo niño, y quien no lo quiera entender es su problema) en cuestión, puede hacer lo que le salga de las narices. Puede gritar, levantarse, correr, gritar, pegar patadas, jugar a la comba con los cinturones de seguridad de los asientos para minusválidos (esto es rigurosamente cierto), gritar, etc. Señores padres, el resto de la humanidad no tenemos la culpa de su incompetencia y que no sepan darle una educación a sus vástagos, así que si pudieran tener a los niños ocupados, por ejemplo con juegos, o enseñándoles el paisaje o cualquier cosa, todos seríamos mucho mas felices, niños incluidos. Y que no hagan como si estuvieran en el comedor de su casa, donde no conocen el concepto de educación y dejan que sus hijos hagan lo que quieran. Porque el ejemplo dado en el tren, donde se supone que has de intentar no molestar a la gente y ser respetuoso con las personas que hay, estoy seguro que es el mismo que dan en casa cuando le ponen al niño espaguetis para comer porque éstos no quieren comer otra cosa y se lo consienten. Que lo eduque la escuela, que para eso está. Ay, cuanta ignorancia.

viernes, 16 de enero de 2009

Desesperación en el súper


Hoy he ido al súper a por unos donetes; algo rápido para matar el gusanillo un poco. Al ir a pagar me ha sucedido algo que venía evitando desde hace tiempo. Una mujer mayor (en adelante "señora", ejem), estaba delante de mi.
A priori, tal situación no debería suponer problema ninguno. Pero nada más alejado de la realidad.
No sé porque ley no escrita, las "señoras" al ir a pagar, necesitan primero, contar los billetes que llevan, y ver que estén todos en orden. Seguidamente, elegir el que más se ajuste al precio de la compra, pero como diciéndole a los otros billetes, "siento separaros de vuestros amiguitos". A continuación, memoriza el número de billetes que lleva, cierra la cartera, coge el bolso que había dejado sobre el sitio de recoger la compra, lo abre, mira en el interior a ver si durante los 2 minutos que lo ha dejado solo ha habido algún tipo extraño de suceso inexplicable que contarle luego a sus amigas en la pelu, introduce la cartera con sus respectivos billetes dentro del bolso en su sitio preferido (será para que no cojan frío), y a la voz de "espera, que te doy el pico", ¡¡¡saca el monedero!!!. NOOOOOOOO.
Otra vez el mismo ritual, pero claro, ahora hay más tipos diferentes de monedas, con lo cual se hecha todo el contenido del monedero sobre la palma de la mano contraria, cuando no lo hace directamente sobre la mesa, ¡se lo enseña a la cajera!, y poco a poco va haciendo sumas mentales de cómo puede hacer el pago usando una mayor cantidad de monedas. Al final, la cajera desesperada al ver la cara del resto de clientes que están esperando en la cola, mete la mano y empieza a contar moneditas.
Pero aquí no se acaba todo. Ahora falta que le de el cambio, lo mire con mucho interés haciendo cómo si contara, se lo echa al monedero, vuelve a coger el bolso, lo vuelve a mirar, y al final introduce el monedero en el bolso.
En ese momento se oye un suspiro en toda la cola de la gente que estaba reteniendo la respiración.
Ahora bien, que no está todo acabado. La mujer tiene que meter la compra en el carrito de compra para llevarlo a casa. Coge un producto, mira a la cola a ver si le ponen alguna objeción sobre el orden que ha de llevar, y lentamente lo deposita en el interior. Coge otro producto, otra mirada de aprobación e introducción. Así hasta la eternidad.
Mientras tanto, yo ya estoy con mis donetes medio derretidos y con mis monedas preparadas para pagar y salir pitando, no sea que a la "señora" le dé por pedirme encima que le ayude con el transporte.
Que mi paciencia tiene un límite, por favor.

miércoles, 14 de enero de 2009

El carril derecho, ese gran desconocido.


A todos nos ha pasado alguna vez, sobretodo a aquellos que usamos el coche ó la moto, el encontrarnos más de un carril en el mismo sentido de la circulación. Entonces es cuando nos sobreviene la gran pregunta: ¿por que carril voy a circular?. Es el momento de decidir. Puedo ir por la derecha, pero por éste carril, seguro que voy más lento. Entonces, decidido, voy a ir por la izquierda, así puedo ver a la gente que adelanto y mirarle directamente a los ojos, con esa mirada de asesino-devorador-de-kilómetros que llevo tiempo ensayando el los semáforos de la ciudad. Ya no soy el último!!!
Que gran desperdicio de sentido común.
Con lo fácil que es circular por la derecha.
Pero el mayor problema no es en la autopista, donde la mayor parte de las veces hay sólo dos carriles. Ahí, sólo tienes un 50% de posbilidades de circular incorrectamente (siempre que no te pases al sentido contrario, majete). El gran problema es a partir de 3 carriles. El 90% de las veces que he circulado por una carretera así, la gente va por el carril del centro. No hay ni Dios que vaya por la derecha. Entonces llego yo con mi Seat Córdoba, y plam, me pongo a la derecha, con tal mala suerte (gracias Murphy), que voy más rápido que el carril central. ¿Debo adelantarle por la derecha?. ¿Hay alguna clase de convenio entre conductores en el que si hay 3 carriles te pueden adelantar por la derecha?. Como no he sido informado de tal circunstancia, me toca pasar dos carriles, adelantar al viejete de turno (lo siento pero la mayoría de las veces así es), y luego volverme a la derecha otra vez, eso si, pasando lo más cerca posible del coche a ver si se da cuenta. Pero mi victoria sólo es momentánea, porque cuando ya estoy la estoy saboreando, otra vez lo mismo. No es la primera vez que me he puesto detrás de alguno de estos, y le he hecho luces para que se aparte, aunque haya otro carril vacío (tras 4 ó 5 ráfagas, cedieron). Cabrones.
En fin, podría pasarme horas dándole vueltas al tema, pero creo que mi punto de vista quedó claro.
En siguientes entregas:
Las marcas viales en la ciudad.
Las glorietas ó rotondas.

Gracias Gema por la inspiración.


La frase del dia o de la semana o de lo que sea...

"No los odias?, esos silencios incómodos. ¿Por qué necesitamos decir algo para rellenarlos?. Es por eso que sabes que has encontrado a alguien especial. Puedes estar callado durante un puto minuto y disfrutar del silencio"
-Uma Thurman en Pulp Fiction

Technofilia (ó mi iPhone no lo toca ni Dios.)



No voy a hablar del iPhone en concreto, si no de la obsesión del telefono-movil-reproductor-de-música-cámara-de-fotos-gps-navegador-de-internet que hoy en dia cualquier persona tiene al alcance de la mano.
Hoy en día quién no tiene un buen teléfono no es nadie. ¿Cómo vas a ir por la calle con un móvil que no tiene más de 3 megapíxels?. Que por cierto, quien sabe, que no sea un técnico en informática, para que sirven tantos megapíxels.
No hay cosa que más odie, que en cualquier cena, comida, reunión, salga a relucir la frase mítica de "¿has visto lo que tengo en el móvil?". POR DIOS!!!! Claro que lo hemos visto. Yo, por lo menos, cuando alguien me dice tal frase, y por desgracia al final, no se sabe bien como, acaba por sacar el teléfono y enseñarme aquello tan gracioso que tiene, ¿que es lo que me enseña...?. Un vídeo de esos de chinos que todo el mundo ha visto ya (cuando no se trata de alguna forma rara de acto sexual), pero claro, ahora lo tiene en el móvil. Y no te queda otra opción que la de reírle las gracias y tratar de no herir sus sentimientos, algo que a veces se hace algo difícil.
Luego estás los típicos de "¿me pasas la canción por bluetooth?". Hoy en día sin bluetooth no eres nadie. Por suerte el iPhone no lleva esta característica activada, menos mal. Ahora puedo decir orgullosamente, "es que con el mio no se puede", y tras un tenso momento y unas miradas de desaprobación, viene el "ah, vale". Te acaban de perdonar la vida, que lo sepas.
En fin, en otro momento haré la continuación porque es que me enciendo cada vez que pienso en esto.