miércoles, 18 de marzo de 2009

Ay el tren...


Llevo muchos años ya viajando casi todos los días en tren, y normalmente, el trayecto solía ocurrir sin mayores incidencias. Pero, últimamente, no sé si porque me estoy haciendo mayor o yo que sé, están ocurriendo una serie de "incidentes" que hacen que el viaje sea todo lo desapacible que pueda ser.
No voy a entrar en la masificación del tren en fiestas como, por ejemplo, las fallas, si no que voy a centrarme en dos cosas que hacen que cada vez llegue de peor humor.
Una de las cosas es que la gente, cuanto más de pueblo, peor, tiene la manía de hacerse notar que están ahí. Y no hablo de los que van gritando con el móvil, sino las mujeres mayores, que van a la capital con todas sus joyas y sus pieles, y obviamente, han de lucirlas, así que la forma de hablar es gritando, cada vez más (no entienden el concepto de umbral de dolor), y lo peor de todo, es que si les dices que hablen más bajito, porque a las 7.30 de la mañana hay que hablar bajito (o por lo menos deberían obligarlo por ley), encima se ofenden, y no me apetece despertarme escuchando cotilleos y tonterías sin sentido que llevan toda la semana guardándose en espera del viajecito que han de hacer.
La otra cosa son los niños. O mejor dicho, los padres de los niños, porque las pobres criaturas no tienen la culpa de tener unos padres maleducados. Como siempre, no quiero generalizar, pero es que cuando estoy sentado y veo que se sientan unos niños cerca de mi, empiezo a transpirar esperando tener un viaje tranquilo. Pero no, los padres han decicido que el niño o niña (en adelante pondré sólo niño, y quien no lo quiera entender es su problema) en cuestión, puede hacer lo que le salga de las narices. Puede gritar, levantarse, correr, gritar, pegar patadas, jugar a la comba con los cinturones de seguridad de los asientos para minusválidos (esto es rigurosamente cierto), gritar, etc. Señores padres, el resto de la humanidad no tenemos la culpa de su incompetencia y que no sepan darle una educación a sus vástagos, así que si pudieran tener a los niños ocupados, por ejemplo con juegos, o enseñándoles el paisaje o cualquier cosa, todos seríamos mucho mas felices, niños incluidos. Y que no hagan como si estuvieran en el comedor de su casa, donde no conocen el concepto de educación y dejan que sus hijos hagan lo que quieran. Porque el ejemplo dado en el tren, donde se supone que has de intentar no molestar a la gente y ser respetuoso con las personas que hay, estoy seguro que es el mismo que dan en casa cuando le ponen al niño espaguetis para comer porque éstos no quieren comer otra cosa y se lo consienten. Que lo eduque la escuela, que para eso está. Ay, cuanta ignorancia.